Aspirina para el dolor de pueblo

21/4/14 0 comentarios ¡Deja tu comentario aquí!


Por: Marlon Consuegra. Es poco usual que mis escuetos escritos se desarrollen en primera persona, pero debido a que el mismo hace parte de un descubrimiento propio, y de gran trascendencia personal, voy a respetar esa identidad.

Como médico, ha sido parte de mi esencia escudriñar sobre los orígenes del dolor y luego de establecer esa etiología, se torna obligatorio para mí identificar cuáles son los medios para curar, aliviar o paliar esa queja. Sin embargo el arte y la ciencia de curar, pese a los adelantos y avances de la ciencia, siempre choca frente a la imposibilidad de resolver lo desconocido, tratando de menospreciar en cierto modo el éxito de terapias alternativas que demuestran mayor efectividad que la medicina tradicional.

Considerando lo anterior, es también sabido por muchos que la falta de un órgano de los sentido agudiza de manera compensatoria (y maravillosamente inexplicable) al resto de los mismos, haciendo que la percepción del mudo exterior sea registrada en mayor proporción por esa esponja ávida de información que es el cerebro. Es por ello que los ciegos por ejemplo, tienen tanto desarrollo del sistema auditivo y del tacto, que les permite reconocer detalles que para una persona normal, pasarían desapercibidos.

La integridad de mis sentidos era aparente buena, hasta que el estar lejos del pueblo me permitieron abrir los ojos y darme cuenta lo ciego y sordo que me encontraba. Esta experiencia sensorial se pone de manifiesto cuando a medida que me alejo del epicentro musical y cultural que representa mi región, se van diluyendo los colores, sabores y sonidos con lo que me he identificado desde que hacía parte celular de quienes me engendraron,  quienes a su vez recibieron esa información genética de sus padres. Es muy triste y doloroso el desarraigo, porque al no poder levantarme día a día con ese Cerro Pintao’ y perder de vista al amarillo más intenso del planeta que con arrogancia presume el cañaguate, comienzan a manifestarse los síntomas del “dolor de pueblo”. Inicialmente se calmaba este dolor cuando el color del concreto y la majestuosidad de los rascacielos nublaban parcialmente mi vista; pero todo empeoró cuando mi sentido del olfato dejó de percibir el olor de las mañanas de invierno y los matices del gusto se perdían simultáneamente cuando me di cuenta que una cerveza no servía para acompañar a un amigo sino una comida. Finalmente el “dolor de pueblo” se cronificaba hasta tal punto que sin darme cuenta, dejé de escuchar los acordes vallenatos con los que se acompañaban todas mis actividades cotidianas.

Este dolor se hacía tan intenso y a la vez tan real, que no permitía que mi éxito en otras áreas personales fuera disfrutado con plenitud. Fue en ese momento que decidí buscar ayuda profesional  y de gran especialización. Entonces entre todos los medicamentos que ensayé para mí, pude descubrir que ese dolor solo podía ser calmado por el efecto de las 31 Aspirinas que se incrustan en el lado derecho del instrumento más sanador del planeta: El acordeón vallenato. Obviamente observé mayor efectividad si se acompañaba de una docena de Mejoralitos que se ubican en su lado izquierdo. Cabe aclarar que me tocó recurrir a los mejores especialistas para lograr mi objetivo, y que de paso puedo asegurar que de Villanueva son los más grandes en la historia, haciendo especial mención de la digitación majestuosa de Israel Romero, la nota gruesa de Emilianito Zuleta, el lenguaje colorido de Orangel “el pangue” Maestre y de una lista interminable de médicos del alma que ha parido mi tierra. Y aunque lo que voy a decir a continuación va a generar ampollas en el país de los inconformes, tengo la convicción que a diferencia de Aracataca (que no volverá a parir otro Nobel), Villanueva seguirá dándose a conocer por formar desde sus entrañas a los mejores exponentes de la única música Nobel de Colombia.

Gracias a mi tierra, sus colores, sonidos y sabores, descritos tácitamente o de manera directa en cada una de sus obras musicales, pude liberarme de esa ausencia sentimental como dice Rafa, que da este “dolor de patria”, que en ocasiones se confundía con depresión, angustia existencial o malparidez cósmica. Y fue así como cada acorde musical fue desde la distancia engullido de manera absoluta por mi ser, aprovechando la mínima nota y frase de mi infinito vallenato, para que se convirtiera en la forma más elemental y efectiva para seguir curándome y nutriéndome a través de ese cordón umbilical del cual no me puedo, ni me quiero liberar.


Concluyo diciendo que un buen tratamiento debe dosificarse regularmente en la medida que los síntomas aparezcan, y en mi caso es todos los días de mi vida hasta que Dios me lo permita; convirtiéndose en un medicamento de por vida, que con gusto cumpliré. Por eso recomiendo a todo aquel que se encuentre lejos de casa, que para el “dolor de pueblo” reciba 31 Aspirinas y una docena de Mejoralitos bien tocados, por vía auditiva, ya que van directo al corazón. 

La Señora Margoth, Matrona Villanuevera

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Hernán Baquero Bracho. Villanueva, la tierra bella, siempre se ha caracterizado por ser forjadora de gente emprendedora, gente soñadora, gente echada pa’ lante en sus acciones, especialmente por sus familias que han sido ejemplo de superación, cuando se ha vivido en medio de dificultades, de luchas y esfuerzos y que con su tesonería han vencido esos miedos y esos tropiezos y hoy cientos de ellos son ejemplos de superación y de admiración. De ese temple y de esos buenos principios morales, se identifican  tantas mujeres que se han convertido en unas heroínas de la vida y ya en su edad de oro son distinguidas como las grandes Matronas, que se convierten en los mejores estandartes de esas mismas familias y en el mejor ejemplo de sus comunidades y de sus habitantes.

Uno de los mejores ejemplos fue la Matrona Villanuevera Margarita María Mendoza de Ustáriz, la señora Margoth como era conocida entre los suyos y sus vecinos de toda una vida, allí en el populoso barrio El Hormigueral. Quien al quedar viuda muy joven, a la muerte de su esposo Don Gilberto Ustáriz Carrillo, quien fuera uno de los mejores maestros de obra que tuvo Villanueva en una época y con siete hijos acuesta para sacar adelante, se constituyó en el mejor ejemplo de superación por el bienestar de su familia. De ello dan ejemplo Wilson, Ingeniero Industrial,  quien partió segundo, el recordado docente, investigador y quien fuera decano de la universidad de La guajira; Emiro, Médico Pediatra que ejerce en Venezuela; Martha, Administradora de Empresas, esposa del Odontólogo y reconocido Folclorista Anais Ibarra Daza; Luis Gilberto o “Songo” Docente de toda una vida en Villanueva; Cecilia, quien por mucho tiempo se desempeñó como una enfermera eficiente, hoy pensionada por el seguro social; José Antonio o “El cacha”, funcionario por más de veintisiete años de la multinacional Carbones de El Cerrejón y Daysi Cecilia, a quien la tomó en su regazo desde muy pequeña, siendo la hija mayor de Wilson; varios de sus nietos como Dayana Vega Ustáriz, Asesora Jurídica de la Alcaldía de Villanueva, Adrian y Andy Ibarra Ustáriz, profesionales exitosos de la Nueva Generación; América y Kenia Ustáriz de la rosa, María Margarita, la esposa del reconocido otorrinolaringólogo Luis Ángel Rodríguez, así como Ana Karerina y Rosy Ustáriz Guerra, entre otros.

El miércoles pasado nueve de Abril, tras varias recaídas de su salud, muere en la Clínica del Cesar, en Valledupar a los 88 años de edad. Sus exequias se realizaron el jueves 10 de abril en la Parroquia Santo Tomas de Villanueva, donde cientos de sus paisanos, la acompañamos a darle el último adiós. A expresarles a los suyos, con su presencia el mismo dolor y la misma tristeza que los embargaba. Solidaridad en su despedida a una gran matrona Villanuevera, donde gozaba del aprecio, del respecto, de la admiración y del cariño especialmente de su familia: se fue la madre abnegada y sacrificada, pero feliz en todos los instantes de su vida; se fue la abuela querida, se fue la bisabuela amada, la tía consentida, la hermana ejemplar y el mejor testimonio son sus hermanos Enrique y “Lacho Mendoza”, la vecina inigualable, la amiga espectacular, la mamá consentida por todos, tal como lo expresó con palabras emotivas, su nieta Dayana Vega Ustáriz en la Iglesia Santo Tomas. Palabras llenas de emociones encontradas, pero reales y de sentimientos llenos de remembranzas y de melancolía.


La señora Margoth se caracterizó en vida por una dulzura y una sonrisa permanente llena de nobleza y señorío. Con esa afabilidad a flor de labios, contagiaba al más extraño, esa bondad, esa inocencia, esa sencillez y esa humildad les daba apoyo a todos los que la conocieron y la trataron. Un optimismo por la vida, un amor incondicional por sus hijos, nietos y bisnietos, la hacían tan singular y tan ejemplar como un ser humano de calidades indescriptibles que hoy generan ese sentimiento de dolor y de guayabo por la partida del ser que tanto amaban. Me consta, las coronas todos ellos se las dieron en vida a su madre querida. La suma de recuerdos genera la colección de nostalgias, por eso ella permanecerá por siempre en lo más recóndito de sus sentimientos y de sus corazones. ¡Ha llegado a la morada del Señor, un alma buena y como ser de luz a partir de ahora se convierte en el mejor ángel de todos los suyos!. Que así sea.

Villanuevero/a que se respete

18/4/14 3 comentarios ¡Deja tu comentario aquí!

Por: Fabrina Acosta Contreras


Villanueva Mia 
Te brindo el collar de mis años y el pozo de dicha de mi corazón.
Yo solo te pido que no me eches al olvido Villanueva mía.
Yo solo te imploro que no me dejes  tan solo por que moriría.
Déjame tropezar en las piedras de tus calles de poesía.
Déjame brindar por ti,
Déjame cantar tus cantos,
Déjame sentir tu llanto Villanueva mía. 

Fragmento de la canción: Villanueva Mía. Autor: Hernando Marín

Villanueva es cuna de acordeones, de grandes personajes y jocosas historias, hoy  hablaré de esas particularidades que surgen en ese bello pueblo, presento de manera anticipada excusas si dejo algo por fuera, mi única intención es regalar unas letras que incluyan aspectos insignias del suelo tirapiedra y que hagan sentir a cada lector/a orgulloso/a de Villanueva, reina imponente del sur de la Guajira.

Y esto dice así: Villanuevero/a que se respete estudió o ha escuchado las historias de la pedagogía clásica de la escuelita de Clota Olivella, Tomasita Dangond y  Evelia Daza. Algún miembro de su familia se ha graduado en el Roque de Alba o ha realizado su primaria en el Colegio Los Ángeles.

Villanuevero/a que se respete ha comido los dulces de “las Corrales”, ha ido misa de gallo y después va a comer fritos en San Luis, tiene algún familiar cerrejonero, conoce el festival de la cometa que organiza el “Chule” Acosta, ha llorado en la distancia o se ha emparrandado con la canción “Mañanitas de invierno” y “Mi hermano y yo” interpretada por la imponente voz de Poncho Zuleta.

Le gusta el arroz de fideo con dominico asado y carne molida o pulpa guisada; ha desayunado  aguacate con arepa de maíz con queso. Ha visitado los merenderos de la 72, le gusta la malangada con gallina criolla y recuerda las empanadas de “los mangos”. Tirapiedra que se respete ha anhelado comer guineo o yuca cocida con queso  y un buen guiso sazonado con vinagre criollo hecho por las matronas villanueveras.

Villanuevero/a que se respete programa las vacaciones, se incapacita justo en la fecha del festival cuna de acordeones o viaja desde cualquier lugar donde viva para integrarse a esa magna festividad. Se bañó en su infancia en alguna de las “sequias” o “el arroyito” que atravesaban algunos de los patios villanueveros.

Villanuevero/a que se respete habla sabroso y cantadito diciendo “oh pue” “tay loca” “ tay es de chercha” “vení pa acá”; entiende las direcciones con códigos como: “eso queda pa arriba” o “eso queda pa abajo”. Recuerda a los profesores clásicos como José Lucas Daza (cheluca), Rafael Peñaloza y Mendozita.

El primer twitter o facebook que conoció fue el “Papamobil” más efectivo que cualquier red social, porque no necesita conexión a internet o fluido eléctrico. Saca pecho por haber nacido en la tierra del cuna de acordeones y de grandes artistas como los Zuleta, Jorgito Celedón, Israel Romero y Jean Carlos Centeno; y de grandes compositores de la música Vallenata, como Rosendo Romero, Ponchito Cotes Jr o El Cacha Acosta.

Villanuevero que se respete va al “Valle” de compras como si fuera el principal centro comercial de Villanueva, ha comido en el restaurante el “Pollo mono” de Julianita, reconoce en Luisa Bolaño las manos sabias que hacían las mejores arepas de huevo, identifica provisiones Andresito y atraviesa el pueblo pa´ comprar el queso que ahí venden, recuerda las esquinas de los barrios secándose el café, se emociona cuando escucha canciones como Parranda en el Cafetal, Villanueva mía, la Ceiba de Villanueva y el Difunto Trovador.

Villanuevero/a  de la vieja guardia que se respete recuerda a la enfermera Carmen González y a las parteras Ener y María Núñez.

Villanuevero/a que está por fuera de Villanueva le da dolor comprar un aguacate porque  le parece costoso y mientras se lo come recuerda a los de su pueblo refiriendo que son más sabrosos y económicos: “Esos si son aguacates de verdad, masuitos”.

Villanuevero/a de la vieja guardia que se respete alguna vez escogió café, conoció o ha escuchado de personajes como la Mona estrada, la vecina de chavita, El Che González, el Monito de la Chede, Bulique; también identifica personajes como el morocho y la Ofa, recuerda los disfraces de Elvira Añez y a los encapuchados de carnaval.

Villanuevero que se respete ha comido verduras frescas cultivadas en la sierra, ha pasado el guayabo a la orilla del rio o la represa con un buen sancocho hecho en leña, conoce a algunas personas más por su apodo (de cariño) que por su nombre original, casos como camarón (Alvaro Rodriguez), Chicho Guerra (Narciso Guerra), El Pungui (Rodolfo Peláez), Panquemao (Luis Alberto Nuñez Contreras), El Toy (Luis Enrique Peñaloza)

Villanuevero que se respete en algún momento de estas letras se sintió identificado/a;  tiene una anécdota o un chiste que le reconozca como tirapiedra de pura cepa, porque aún las que no hemos nacido en ese suelo estamos orgullosos/as de tener nuestra raíz en la tierra del cerro pintao, que es la cuna de grandes personajes como Ismael Fernández, Wilson Ustariz y muchos más que nos hacen sentir bendecidos/as de hacer parte de la gran familia con apellido colectivo: Villanueva Mía!


Oh pue tay es de chercha… dejá el bochinche!

 
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