Mi milagro del 2 de febrero

1/2/20 0 comentarios ¡Deja tu comentario aquí!



Por: Fabrina Acosta Contreras. Desde pequeña he escuchado a quienes con profunda devoción por la virgen de los Remedios, relatan lo que hizo para evitar que Riohacha fuese destruida por la furia del mar, ninguna persona nacida en Riohacha desconoce esta leyenda, además que es recordado diariamente en las miles de mujeres riohacheras registradas con el nombre de Remedios en honor a ese suceso; sin embargo, hoy no voy a hablar de ese hecho, sino del milagro que hace 14 años mi familia y yo recibimos, ese 2 de febrero mi madre batallaba por su vida en un quirófano, una compleja cirugía de corazón abierto la enfilaba en el riesgo de alguna reacción a la anestesia o su muerte, tenía 67 años y la ciencia nos informaba más de los riesgos que de los beneficios, ella toda una guerrera enfrentaba este desafío científico como digna hija de Rita Contreras, quien a sus 108 años no sufre de ninguna afección cardíaca ni visita médicos porque su salud está intacta como respuesta a su buena alimentación y a sus poderosas arepas de maíz.

Mi madre salió de la cirugía estable, pero un día después sufrió un accidente cerebro vascular – ACV – isquémico, que la pondría al filo de la muerte nuevamente, dejando secuelas de afasia motora y un miedo incrustado en su mirada, como queriendo salvarse de la imaginación pesimista que le generaba su temporal mudez, no era tiempo de pensar en cómo reaprenderia a hablar, escribir su nombre o caminar, para ella era el tiempo de pensar en seguir viva y para su familia era el de no desfallecer en la fe y de apartar la angustia para entregarle el mejor remedio posible en todo el mundo, un amor reposado y profundo.



Hace 14 años mi familia y yo, no estábamos cumpliendo la cita en la misa tradicional en la catedral de Riohacha, ni escogiendo vestidos finos para estar a la altura del momento, tampoco buscando a cuál reunión política asistir después de la cita sagrada, no hacíamos parte de ese trajín religioso/político y de competencia social por mostrar la mejor pinta.

Ese día estábamos en la prueba de fe, en un desafío contra la muerte y la resignación, era el tiempo de activar la fuerza para cambiar diagnósticos lapidantes que la ciencia acostumbra a dar, porque ella es experta en determinar cosas como si fuera una única verdad; pero había milagros reservados para nuestra historia; mi madre después de unos meses que fueron eternos y exigentes, volvió a caminar, a hablar y de vez en cuando a sonreír, no fue fácil que su rostro se despojara de un gesto de miedo constante, ella tenía muchas historias por contar pero su afasia no le permitía hacer catarsis y eso no facilitaba su mejoría; pero como todo tiempo es perfecto cuando pudo hablar compartió su mayor experiencia de vida,  el haber estado frente a Jesús y ver a algunos familiares fallecidos y a sus nietos más pequeños para ese entonces (Daniel y Jesus Miguel) pero explicó que la habían devuelto porque no era su tiempo, así que ella seguía en este paseo existencial que solo tenemos que disfrutar al máximo, reconociendo que nadie tiene el poder de la inmortalidad.

Quise relatar esta historia, para invitarlos a todos y todas a deleitar esta vida, a vivirnos desde la fe que propicia milagros, que activa armonías y que genera nutrición espiritual, eso está haciendo falta en la actualidad, ocuparnos de nuestro ser como nos ocupamos de vestirnos, alimentarnos o mantenernos vigentes profesionalmente, hace falta en la humanidad volver a la esencia espiritual y reconocer que cada mañana que abrimos nuestros ojos es un milagro para agradecer, no es necesario tener que estar en una situación difícil para aferrarnos a la fe, ni tenemos que esperar la fatalidad para comenzar a amarnos y a vivir en plenitud, cada día es una oportunidad para ser felices.

Benditos sean todos los 2 de febrero, donde recuerdo la grandeza de Dios regalándonos el milagro de tener a nuestra madre renacida, cuando un diagnóstico de riesgo de muerte cambió por el de la vida y el de la gratitud, han sido 14 años de verla mejorando, superando las convulsiones residuales de los primeros años de  postcirugía; descubrir que está sana, que sonríe con libertad y que esa mirada de miedo desaparece, cada vez que recibe a un nuevo bisnieto, que visita a su madre en Villanueva o se reencuentra con el mar en sus caminatas sanadoras al muelle,  aunque ella nació un 20 de mayo, su fecha de renacida es el 2 de febrero y cobra una importancia infinita.

Esa es mi madre un ejemplo más de resiliencia femenina y una referente para mi vida, para la causa que lidero en la que creo que las mujeres somos los vientres fructíferos que transformaran el mundo hacia uno con más amor.

Lo mejor de los milagros es compartirlos para que otros puedan confirmar que todo es posible para quienes creen.

 
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