La úvula de Poncho

22/3/10


Aquella noche de diciembre conocí su nombre anatómico, sufría los estragos de una noche etílica y perniciosa que tan solo terminó a las dos de la tarde de ese mismo día (record personal e irrepetible por vergonzoso). Desperté horrorizado porque sentía que me tragaba “la campanita”, esa pequeña masa de carne que en forma de uva cuelga en el fondo de la cavidad bucal. - "Esa es la úvula inflamada, de tanto gritar y fregar todo la noche y todo el día" - reviró mi madre visiblemente molesta y preocupada, ambas cosas a la vez, primera vez que veíamos el galillo con el tamaño de dos falanges del dedo índice.

Desde aquel día he tenido la fijación de identificar la potencia de la voz de los cantantes vallenatos –y de todos los cantantes- no tanto con su garganta o su capacidad torácica, sino particularmente con la resistencia de su “campana”. He escuchado totalmente sobrio “El Nobel del Amor”, y celebro que la úvula de Tomás Alfonso Zuleta Díaz siga melodiosa y afinada, escucho con admiración una voz portentosa e imperecedera que con disimulo parece burlarse del paso del tiempo, su canto permanece intacto, no da señales de agotamiento o fatiga a diferencia de otros de sus colegas a quienes la senilidad les está pasando la cuenta de cobro.

Probablemente la conservación de la voz de Poncho Zuleta pase, en cierta medida, porque su talento nació y se desarrollo al aire libre bajo la llovizna pertinaz de la serranía del perijá, quizás así se hizo inmune a los trastornos de la fonación cuando a lomo de burro y cargado con sacos de cebollín su voz competía con su propio eco; me llama la atención que nunca he escuchado que él haya estado aquejado por algún problema de la garganta y admiro profundamente que no se suba a la tarima con microfonitos especiales y personales, hasta la amplificación más insignificante emite el peso de su canto sin tanto parapeto tecnológico.

“El Nobel del Amor” es un trabajo musical muy bien logrado, donde hace presencia el sentimiento y la jocosidad característica que Poncho le estampilla a sus canciones, no hay excepciones, por eso me abstendré de mencionar alguna canción en particular, todas son éxitos potenciales, incluyendo, el bolero, la cumbia y el paseaíto. Es un trabajo musical que no discrimina el gusto de las generaciones y debo reconocer que Gonzalo Arturo Molina, “El Cocha”, desde “Colombia Canta Vallenato” (2007)- trabajo superado lejos por el recién lanzado-, demostró que el pergamino de rey vallenato le da la altura para estar al lado del pulmón de oro. Creo que él no llenó ni llenará el vacio de Emilianito Zuleta pero como buen alumno ha sabido identificar la digitación del maestro y ha plasmado en algunos pasajes del trabajo musical ese estilo inconfundible. Allí ha radicado el éxito de “Cocha” Molina, él ha respetado una tradición musical, ha respetado una dinastía, por ello, el Zuletismo, que no deja de extrañar a Emilianito, ha tolerado y aceptado su ejecución del acordeón, en casi todas las canciones se puede escuchar con claridad esa ejecución clásica y esa nota del gago, sin que el joven acordeonero renuncie a su propio estilo. Gran mérito.

Espero que sea Poncho Zuleta el que reencauce a villanueva en materia de Grammys, él no se arredró en medio de uno de los momentos más difíciles de su vida, el lanzamiento de “El Nobel del Amor” le permite reencontrarse con sus seguidores y el oficio al que le ha entregado todo, pese a que sus más recalcitrantes críticos, moralistas peripatéticos, desaprueban con obcecación que regrese a su arte por la investigación que se le adelanta y la evasiva a una orden de captura.

Villanueveramente,

Andy Alexander Ibarra Ustariz
Gestor Villanueva mi@

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