Por: Fabrina Acosta Contreras (@FACOSTAC) “La longevidad es la recompensa de
la virtud” Simone de Beauvoir. Escribir
para mi super abuela es el ejercicio de amor más puro que pueda hacer, mientras
lo hago sonrío, lloro y recuerdo sus consejos y las genuinas carcajadas que me
regala al relatarme sus anécdotas, ella es mi referente feminista y eso lo
resume todo, la define a ella y a la particular valentía que la ha llevado a
vivir 108 años, a despedir a sus propios hijos, a su esposo, a todos sus
hermanos, a primos y a nietos, ella sabe que es el dolor por eso lo espanta con
su fe y su carácter de roble imponente.
Habla de la muerte con la paz que un
niño habla de sus fantasías, se ha reconciliado con los temores que nos
infunden, simplemente vive, respira y cuenta historias; cada noche toma su copa
de vino combinada con cola granulada y recibe llamadas de quienes le amamos
profundamente y vivimos lejos de la paz provinciana de Villanueva.
La periodista y gestora cultural María
Ruth Mosquera hace un tiempo escribió para mi SuperA y entre muchas cosas
bellas y poéticas que dijo, me impactó esta: “Las mujeres como ella deberían
escribir un manual de vida al que pudiéramos acudir mujeres como yo cada vez
que urjamos de inspiración para seguir siendo y haciendo” grande esta mujer
chocoana que encontró en mi matrona guajira la sabiduría profunda. Y se
pregunta María Ruth “Rita Contreras, ¿Cómo es posible que a esa edad pueda ser
dueña de tanta lucidez, de tanto aplomo, de tanta vida?”
Esa pregunta la hacemos todas las
personas que le conocemos y que podemos estar a su lado para ser testigos de
tanta milagro existencial, es que Rita Contreras es una metáfora infinita, una
extensa historia encantadora y sigue con la ironía propia de las rebeldes con
causa como ella haciéndole el quite a las enfermedades y a la muerte, ha
desafiado toda la vida a la ciencia y las recetas del mundo, nunca fue al
ginecólogo, su cuerpo conserva su matriz y jamás asomó el cáncer, no padece
enfermedades coronarias y puede comer cualquier alimento sin preocupación
alguna, le apetecen los helados, los dulces y la gaseosa sabor uva, más que los
medicamentos o suplementos; ella si sabe para que vino al mundo y no se arrugó
ante aquella época de su infancia y juventud, donde las mujeres no tenían
derecho a la educación, al voto, ni a elegir sobre su cuerpo, no eran sujetas
libres, eran exclusivamente sometidas a lo domestico ya responder a las peticiones del machismo
arraigado y cómodo que por aquel tiempo no sospechaba ninguna revolución femenina,
pero Rita siempre ha sido una súper Mujer, capaz de sacar su casta y no dejarse
amedrentar por ninguna circunstancia.
Sin embargo, ella extraña algunas
cosas de su pasado, el acceso a los alimentos saludables, el respeto por los
mayores y la tranquilidad de su pueblo, como si entre más criollo fueran, más amor
pudieran tejer como sociedad, recuerda cuando jugaba con los hermanos a la
‘gallina ciega’, al ‘escondido’ y otros entretenimientos infantiles que significaban
vivir (la otredad) al ser humano de cuerpo presente.
Como afirma María Ruth: “Los suyos eran
días sin recesos, con el tiempo justo para cortar la leña, sacar la mugre de la
ropa a punta de manduco, pilar maíz, hacer las arepas de queso, tostar y moler
el café, preparar las bolas de cacao, buscar el bastimento, pelar la gallina y
guisarla para alimentar a sus hijos; “Yo molía la sal en piedra”, dice Rita. Se
acaricia las manos, se las mira y exclama: “Las manos se me torcieron. Es por
las arepas que había que asar”.
Resumen
de su valentía
Se casó muy joven, parió diez hijos y
enviudó temprano, un 22 de diciembre cuando mi abuelo estaba en la gallera en
medio del contentamiento cayó fulminado por un infarto que se lo llevó a sus 42
años.
Entonces Rita se vio frente a su
realidad: Con unos hijos chiquitos, con su duelo del alma, sin su esposo y compañero
de días. Lloró, imagino que se enojó con el destino y exigió explicaciones; pero
luego secó sus lágrimas e hizo frente a su circunstancia, echando mano de todo
el brío que almacenaba en su ser y del profundo amor de madre que la surtía de
la fuerza necesaria para saltar de la cama a la una de la madrugada para ir al
río a cargar el agua, como actividad primera de una faena cotidiana de extensas
horas.
Y frente a esa historia, yo reflexiono
que no queda otro camino que amar mi historia de mujeres valientes y hacer
honor de dicha valentía, no puedo ser inferior al reto de ser una guerrera de
las buenas causas y una feminista consciente de la importancia de los derechos
de las mujeres, de una vida libre de violencias y de la real equidad e igualdad
de género, sería un gravísimo error negarme a mi misión y a la herencia de un legado tan profundo como
el de mi Super Abuela, no niego que en ocasiones me angustio pero esa angustia
o temor solo debe impulsarme a nunca frenarme, como dice mi abue, ahora hay problemas
pero hay más soluciones, antes había problemas pero todo era más difícil.
Rita:
Baile, coquetería y alegría
Ella no se cansa de repetir la
coquetería femenina que la caracterizó siempre y que la hacía emperifollarse
con zarcillos y aretes para ir a los bailes y dejar una estela de muchachos
enamorados y dispuestos a dejarlo todo por ella. “¿Qué si tenía pretendientes?
¡Claro!”, podía cautivarlos en los bailes, esos que llamaban las Colitas y
Cumbiambas de sus años, sosteniendo espermas encendidas en sus manos y cuando
no tenía permiso de sus mayores las marcas de las espermas en sus zapatos
delataban la escapada fiestera que había protagonizado, Rita invita a que
bailemos, amemos y si no nos va bien con alguien pues que conquistemos a otro,
ella es así, libertaria y rebelde, sus 108 años le dan incluso mayor fuerza a
su discurso de buena vida.
Y cierro estas letras con mi
declaratoria de amor; Amada abuela, que la vida me permita seguir alimentando
mi causa con tus historias y la espléndida sonrisa que regalas a tu entorno,
eres la leyenda viva de Villanueva y la ceiba fructífera que jamás será
olvidada. Escribir para ti es salvador, mujer ejemplo… mi más lindo útero
existencial. Bendito 31 de Octubre que te vio nacer.
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