Entrando a la “Calle 13”

15/4/11



Hablar del género urbano en nuestro medio parece humor negro. La banda sonora de nuestra vida Caribe sigue dirigida por el acordeón, sin embargo, cada día es más frecuente que por las rendijas de la internet y los medios se cuele de todo un poco, gracias a eso me encontré con la “Calle 13” y, en consecuencia, hoy mi reproductor personal además de los Diomedazos de rigor, suele escupir cosas como “…en mi cabeza tengo gusanos color verde, mordiéndome las venas del cerebro…”

El vocalista René Pérez se hace llamar ‘Residente’, su hermano es ‘Visitante’ y toca desde un acordeón norteño hasta instrumentos impronunciables. Este combo usan la música para promover no sólo una alternativa musical exitosa (son ya varios Grammys recibidos) sino que, además, promocionan un mensaje de cambio a la sociedad actual en varios aspectos: medio ambiente, unidad e identidad de Latinoamérica, pobreza, educación y la autodeterminación de nuestros países.

Ellos suelen tratar estos temas dándole la misma categoría estética de una gordita “con la minifalda hasta la espalda”, afrontándolos con la rebeldía de una “vaca que no quiere dar leche”, promoviéndolos con la convicción sincera de sus contradicciones “ADIDAS no me usa, yo estoy usando a ADIDAS”, despejando el camino desde su posición contestataria “calma pueblo que aquí estoy yo, lo que no dicen lo digo yo”, en una matriz de groserías e insultos que harían pensar que en este “puto mundo” eso no llegaría a ninguna parte. Pero no es así, son exitosos, y para entenderlo es bueno pensar que cuando el martillo embiste tu dedo no hay mejor palabra que un ‘hijueputazo’ para remediarlo. En los términos de ellos, cuando hablas de injusticia, pobreza, soledad y olvido las ‘cabronas’ palabras no hay que adornarlas para llamar a la ‘fokin’ sensatez y René lo sabe: “Siempre digo lo que pienso… mis letras groseras son más educadas que tu silencio”.

Esa sublime labor de utilizar el micrófono y los medios para ese fin, negándose siempre a la posibilidad de “¿sacrificar mis ideales pa’ venderte un disco nuevo?”, se trata de una lucha sin violencia pero decidida, donde “con dos palabras puedo tumbarte un par de dientes… aquí no hay armas, yo me la juego inteligente”. En medio de las banalidades del mercado musical es refrescante saber que se invita a “brincar pensando”, y que René sabiendo quiénes van al Festival de Viña y conociendo todo su poder mediático, aprovecha para saludar a los pescadores de Chile “en parte culpables de que estemos hoy aquí”, y hace visibles a indígenas reprimidos con un “¡Fuerza Mapuche!” tatuado en su dorso, logrando así “infiltrarse en el sistema y explotar desde adentro”.

En el documental ‘Sin Mapa’, vi cómo Residente y Visitante arribaron a mi Guajira en un carro ‘por puesto’, uno de esos carros americanos que atraviesan la frontera entre Maracaibo y Maicao, muy similar al ‘Dodge Dart’ en el que mi padre por mucho tiempo y en esa misma vía luchó para darnos una vida digna; luego llegaron a una ranchería Wayuu donde estaba un ‘paisanito’ enfermo y una familia muriéndose de hambre. Ver a esos “locos” preocupados por la suerte de los indígenas de mi tierra, reflexionando sobre las condiciones de tanta gente que vive en la miseria, perturbados por la minería que acaba páramos y selvas en Latinoamérica, me hizo pensar que la conexión con ellos va más allá de la música y las groserías: vivimos en la misma “Calle 13”. Que entren los que quieran.

Adrian Alberto Ibarra Ustariz
Columnista Villanueva mi@

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