Sin presidenciables

15/10/10

Hace nada más un año (Octubre 5 de 2009) el Instituto de Investigaciones de Paz de Oslo a través de su Dirtector Kristian Berg Harpviken, comunicó que Piedad Córdoba e Ingrid Betancourt -con más opciones la primera que la segunda- entraban al sonajero de “candidatos probables” al premio “Nobel de Paz” 2009. Estas dos mujeres de raza y origines socioeconómicos diferentes, con ideologías disímiles y de protagonismo político internacional envidiable para muchos hombres, hoy, son mayoritariamente aborrecidas por sus opiniones, repulsión sólo comparable con la animadversión que despiertan algunos personajes que están al margen de la ley.

Sabido es que lograr la paz –de forma negociada o bélica- es un tema medular o central en la política nacional, por ello, aquella noticia tuvo un efecto político interesante que les sirvió para llevar la estampilla de mujeres presidenciables, incluso, por encima de Noemí Sanín quien -dicho sea de paso- con sus derrotas ya le sigue los pasos a Álvaro Gómez Hurtado (QEPD), Horacio Serpa y Antanas Mockus.

Ingrid, la ninfómana, la ambiciosa, la afrancesada, amada en cautiverio y odiada en libertad, en su momento secuestrada de primera categoría y, por ello, símbolo mundial de la resistencia frente a ese flagelo, está políticamente destrozada por hacer público lo que muchos otros políticos liberados han considerado sin tanto despliegue mediático: pensar que el Estado pudo impedir su secuestro y, en consecuencia, pretender una indemnización; nada descabellado teniendo en cuenta que la decisión final la debe adoptar un juez. Es tal la tirria que su libro “No hay silencio que no termine”, según algunos literatos un majestuoso tratado descriptivo de las miserias humanas; ha sido condenado al fracaso editorial por algunos columnistas que dicen sentir nauseas con sólo pensar en leerlo, ellos, los mismos que con morbo deseaban leer sus cartas escritas en cautiverio y que despertaron en su momento compasión, amargura e impotencia colectiva.

Piedad, símbolo de la libertad, amada por los liberados, esperanza de los cautivos, odiada por aquellos políticos que no pueden ni liberar a un león de un circo. Mujer afrocolombiana valiosa para los movimientos de izquierda democrática en el continente, pacifista para unos, guerrillera para otros; está políticamente destrozada por hacer parte de la minoría que aún cree en una salida negociada al conflicto, recientemente sancionada disciplinariamente con fundamento en pruebas sobre las que no existe garantía de autenticidad o mismidad, porque después de abatir a “Raúl Reyes” en Ecuador, el retorno desesperado y azaroso de los militares no permitió seguir los procedimientos nacionales ni internacionales para la recolección y preservación de las evidencias materiales que la incriminan (ruptura de la cadena de custodia).

Qué lástima por las mujeres, los episodios de Ingrid y Piedad son una derrota para el sexo femenino y su lucha por llegar al poder. Por intolerancia ideológica, persecución política, discriminación y falta de solidaridad de género, las mujeres le dicen adiós a sus opciones reales de lograr la Presidencia, resulta utópico pensar que en el contexto nacional, en el corto o mediano plazo, se pueda tener una mujer Presidenta de la República como ocurrió con Michelle Bachelet (Chile) y Mireya Moscoso (Panamá), o como ocurre con Cristina Fernández de Kirchner (Argentina) y Laura Chinchilla (Costa Rica), a quienes seguramente se les sumará Dilma Rusef (Brasil) en los próximos días.

Andy Alexander Ibarra Ustariz
Columnista Villaneva mi@

1 comentarios ¡Deja tu comentario aquí!:

  1. Anónimo dijo...:

    en colombia no se puede pensar diferente y tu tampoco tienes derecho

 
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