Centralismo puro

14/3/12


Los ochenta y nueve Presidentes que han gobernado a Colombia han tenido muy claro que para figurar en algún pie de página de los libros de la historia nacional, la manera más fácil y expedita es promulgando una constitución, reformar la vigente o cambiarle el nombre al país.

La reforma constitucional a las regalías engrosa la chequera de la nación, pero el gobierno insiste en afirmar que está dirigida a repartir “la mermelada” por toda la “tostada nacional”, tal y como lo simbolizó con cierto aire de bellaquería el Ministro de Hacienda. En el fondo esta reforma es un retroceso frente a los avances logrados a favor de departamentos y municipios, y le permitirá a Juan Manuel Santos Calderón pasar a la historia como el Presidente que acentuó el poder de las autoridades centrales sobre las autoridades locales, con evidente transgresión e innegable desprecio a los principios de descentralización y autonomía de las entidades territoriales, predicados en el artículo 1° de la Carta magna de 1991.

No podía esperarse menos de un miembro de las familias más encopetadas e influyentes del país, leales y excelentes ejecutoras del ideario bogotano, ese mismo que desconoce (y no le interesa conocer) la realidad social de la provincia colombiana y, por el contrario, a través de algunos medios de comunicación nos embuten como problema nacional un hueco en cualquier esquina capitalina o los problemas de funcionamiento de transmilenio.

Nada más conveniente y democrático para el desarrollo de las comunidades que se fortalezcan su capacidad para resolver sus propios asuntos, ese es el auténtico autogobierno que debe reflejar la descentralización administrativa. Pero las decisiones de este gobierno van exactamente en sentido contrario, fortalece el centralismo y sin ruborizarse hace sus ajustes institucionales, hace apenas unas semanas el Ministerio del Interior con gran pompa hizo el lanzamiento de la "Casa del Alcalde y del Gobernador", señalando que se trata de un centro que orientará y acompañará a los gobernantes para “acceder a la oferta institucional central”.

En mala hora el legado histórico de Santos será el debilitamiento de la descentralización administrativa y la consolidación del centralismo puro, ese mismo que soluciona los pequeños problemas de las poblaciones pero no es efectivo para solucionar los grandes problemas del Estado. Recientemente veía asombrado como el Presidente Santos, en un “Acuerdo por la Prosperidad” (En el período Uribe llamados “Consejos Comunales”), anunciaba con desfachatez y entre sonrisas, que la Alcaldesa de Tamalameque, Olga Rojas, se “ganaba” la remodelación de la Casa de la Cultura de su municipio porque quedó maravillado con su baile y su canto.

Las relaciones entre la nación y los entes territoriales no pueden quedar en el plano de la lambonería, genuflexión o supeditada a los gustos personales de los gobernantes centrales. Un Estado con impulso político y administrativo desde la capital obliga a las autoridades locales, y su grupo de colaboradores, a viajar constantemente buscando solución a las necesidades de su comunidad y suplicar como limosneros la atención de funcionarios del orden nacional, con toda la ineficiencia que eso implica.

Villanueveramente,

Andy Alexander Ibarra Ustariz
Columnista Villanueva mi@
@andyIU

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