Con ocasión de la decisión de
la Corte Constitucional sobre la exequibilidad del Acto Legislativo 05 de 2011,
me resulta inevitable recordar al maestro Rafael Escalona y extrapolar el
estribillo de la custodia de badillo a la triste realidad de las regalías: “Se la llevaron, se la llevaron /se la
llevaron, ya se perdió / Lo que pasa es que la tiene un ratero honrado / Lo que
pasa es que un honrado se la robó”. Satisfechos los apetitos energéticos de
los extranjeros ahora quedan satisfechos los apetitos de las autoridades
centrales porque ahora tienen en sus “manos limpias” el poder sobre el manejo
de las regalías, dejándonos para la satisfacción de nuestras necesidades un
porcentaje exiguo.
De la misma manera como estos
recursos podrían ser un instrumento para superar los problemas de desigualdad
social, también puede ser un factor para perpetuarla. La brecha entre las
regiones más desarrolladas del país y las subdesarrolladas podría ensancharse
si la pretendida redistribución termina malversada por corrupción o beneficiando,
en mayor medida, a los mismas zonas donde históricamente el país ha tenido
mayor progreso por acción del sector público y el sector privado, como por
ejemplo el llamado triangulo de oro (zona geográfica en cuyos vértices se
encuentran Bogotá – Cali – Medellín).
Este escenario no sólo afecta
a los regiones pobres por agudizar nuestro rezago social y económico, a la
postre esas regiones ricas también terminarían perturbadas porque pasarían a
ser receptoras de la población migrante que busca nuevas y mejores
oportunidades laborales, dejar atrás la pobreza y mejorar su calidad de vida. Si
la acción económica estatal se inclina por el desarrollo de las regiones más
prosperas del país se estimula el desplazamiento voluntario de personas a estas
zonas generando sobrepoblación y con ella se desnudan más fácilmente los
problemas de movilidad, servicios públicos, seguridad alimentaria, déficit de
vivienda, criminalidad, etc.
Ante el hecho consumado de la
reforma a las regalías no queda una opción diferente a desear con resignación que
la historia avale el imaginario del Presidente Juan Manuel Santos quien
calificó la reforma como “la gran reforma de la equidad en Colombia”, con ella
aspira que el país deje en el pasado el registro oprobioso de ser el séptimo
país más desigual del mundo y el segundo más desigual de América Latina
(después de Haití). Esperemos que el nuevo sistema general de regalías no sea el lanzamiento de un
búmeran por parte del gobierno central y que al cabo de algunos años regrese
con fuerza a su punto de origen cargado de miseria y agitación social por razón
del abandono oficial a una población que no estaba preparada para semejante
debilitamiento de sus finanzas territoriales.
Andy Alexander Ibarra Ustariz
Columnista Villanueva mi@
@andyIU
0 comentarios ¡Deja tu comentario aquí!:
Publicar un comentario