La democracia doméstica

9/11/11



Después de la tempestad viene la calma, con esa frase se cierra todo ciclo electoral. Los vencedores y los vencidos desde su propia óptica lanzan frases lapidarias: ¡La voz del pueblo es la voz de Dios! dicen unos; otros responden: ¡La voz del pueblo no es la voz de Dios, nuestro ser supremo no es bruto!. Lo anterior simplemente es anecdótico, la democracia con todas y sus falencias ofrece las mejores garantías como fuente de poder, pero esta forma de gobierno también es susceptible de corromperse.

La Monarquía (el gobierno de uno sólo) como forma de gobierno fue necesaria para dar nacimiento a los Estados naciones, dándole prevalencia al poder de los reyes sobre el poder de los múltiples señores feudales, sin embargo, los abusos en el ejercicio del poder hace que esta forma de gobierno degenere en la Tiranía. Por su parte, la Aristocracia (el gobierno de los mejores) decae en la perversa y excluyente oligarquía, es decir, el gobierno de unos pocos; o en la plutocracia, esto es, el gobierno de los ricos.

En la democracia (el gobierno del pueblo) el poder recae en todo un grupo de personas quienes designan a sus representantes para que ejerzan el poder político respondiendo a decisiones que beneficien el interés general. Esta forma de gobierno termina degenerando en la oclocracia donde el origen del poder político reside en la muchedumbre -ya no se le llama “pueblo”- la cual tiene una voluntad viciada, confusa, manipulada, sin capacidad de autocontrol, esta situación termina siendo terreno fértil para que -con apariencia de democracia- una parte de los electores influyentes y sus gobernantes de bolsillo y presionados, terminen imponiendo sus propios intereses individuales al afrontar los asuntos públicos ignorando los intereses generales.

En nuestro imaginario colectivo sólo se destaca que, como si fuera en un acto unilateral, el político compra el voto, vicia la voluntad del sufragante vulnerable y corrompe el sistema. Hoy esa es considerada una verdad a medias, sin importar su posición social el votante también usa su mecanismo de poder político como un instrumento de negociación. En esa transacción el elector se queja de la mezquindad del aspirante y éste se queja de las exigencias de aquel, estamos en una zona gris pues no es claro si en la campaña se entrega mucho o si se pide demasiado.

Con clara excepción de las grandes ciudades donde decide el voto de opinión, los resultados en el país no son el reflejo de una voluntad general que procura el bien común, por el contrario, nuestra democracia domestica más bien parece ser la sumatoria de muchos intereses particulares que confluyen en el objetivo coyuntural de llegar al poder para sacar sus propias ventajas. En la pasada contienda electoral, una vez más, hubo todo tipo de negociaciones particulares lo que es señal de que seguimos con un pueblo desarticulado, con una voluntad viciada e individualista; seguramente no hemos llegado a la oclocracia como fenómeno degenerativo de la democracia, pero todo parece indicar que sí estamos a la vuelta de la esquina.

Andy Alexander Ibarra UstarizColumnista Villanueva mi@
Twitter: @andyIU

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