Villanueva, la Villa Eterna de
Santo Tomas, fundada por instrucciones de la Gobernación de Valledupar, en la
época de la conquista y la colonia, un 18 de Septiembre de 1562, instruye al
funcionario de esa gobernación Don Roque de Alba, quien no fue ni conquistador
ni colonizador sino que en la época cumplió un mandato de ley por parte de la
Corona Española en cabeza de la Gobernación del Valle de Upar y por ello es que
no se encuentra su nombre registrado en los libros de el Nuevo Reino de
Granada. Sin embargo los que estudiamos en el Colegio Santo Tomas en la década
de los sesenta, podemos dar fe que el señor Rafael Antonio Amaya no enseñó a
conocer la biografía de este gendarme español.
La Villa de Santo Tomas, que posteriormente toma el nombre de Villanueva,
le ha rendido por siempre tributo y santidad a su santo patrono Santo Tomas de
Villanueva, especialmente por los milagros que realizó en este pueblo y que
quedaron plasmados en la obra “Villanueva” de los autores Rafael Antonio Amaya
Núñez y Manuel Fernández Frías y que hoy
como un proceso histórico lo transcribimos como ellos los escribieron para
recordar parte de esa historia épica de nuestro municipio.
“M I L A G R O S
El del ocho de Mayo de 1801. El río se desbordó sobre la población, amenazando
exterminarla, lo cual fue impedido por nuestro Santo Patrono, según es nuestra
firme creencia y según consta por la tradición, de la manera que vamos a
relatar. Ante la catástrofe inminente el pueblo acudió a la iglesia en busca de
la imagen, la que no se encontró. Arreció el pánico en los ánimos de los
habitantes. Más fue pasmoso el asombro de estos al cesar de repente la
inundación. Volvieron al templo a dar gracias a Dios y encontraron al Santo
humedecido y salpicado de barro. Milagro! Milagro! gritaron y avivaron su fe en
el Santo Patrono. Se recordaba la acción sobrenatural relatada en la forma
siguiente: La víspera el cura abría por la mañana las puertas de la iglesia; el
pueblo la arreglaba colocando flores y era colocada en sus andas la imagen veneranda,
y principiaba el alumbrado tal como se efectuaba en las fiestas de la Virgen. A
las 12 p. m. principiaba una llovizna y un gran ruido se oía; casi todo el
pueblo se encontraba en la iglesia; unos orando; otros confesando y otras fuera
del templo haciendo café; de una a dos de la mañana, comenzaba a oírse la
creciente; muy temprano salía la procesión que acompañaban chicos y grandes; al
llegar a la equina de la casa propiedad hoy del señor general Beltrán F. Dangón
C., los que cargaban al santo hacían tres cortesías de frente y tomando el
báculo del santo lo metían en la acequia que se desbordaba por todas partes y
se volvía a repetir la misma operación de espaldas y seguían a la iglesia y el
cura decía la santa misa.
Milagro de Barbarita. Fue en 1840. Una niñita criada por las señoritas
Zoila y Wenselad Mato, llamada Barbarita, diez años tendría cuando un día, unas
señoras de apellido Ramírez, amigas de la casa, pidieron consentimiento a las
señoritas Mato para que Barbarita las acompañara a coger frutas al campo.
Conseguido el asentimiento se fueron a su cometido, cuidando mucho de
Barbarita; ya de regreso en las horas de la tarde, el río había aumentado
considerablemente el volumen de sus aguas; temiendo, como era natural, que aún
aumentara más, se apresuraron a vadearlo las paseantes, agarrando fuertemente
de las manos a Barbarita; pero cuál sería su espanto y su desesperación cuándo
una fuerte corriente se las arrebató y prontamente la ocultó a su vista; a
duras penas lograron las desoladas señoritas alcanzar la orilla, pero la
infeliz Barbarita había desaparecido; tal noticia traída a la población produjo
la consternación general que es fácil suponer; las Mato en su dolor profundo,
pedían, imploraban el auxilio de Santo Tomás para la increíble salvación de su
amada niña; el pueblo se puso en movimiento; comisiones diversas a varios
puntos del río. Ningún resultado. El pueblo se vistió de dolor y de luto. Una
de las comisiones, la que siguió el trayecto de río abajo, que estuvo hasta las
primeras horas del día siguiente sin descanso buscando la desaparecida, tuvo la
inmensa fortuna de encontrar la inocente niña, sana y salva, en una pequeña
isla, en medio de las sucias y fuertes corrientes del crecido río. Milagro! ¡
Milagro! Fueron las voces que dejaron oír los de la búsqueda y no otra cosa
podía ser pues estaba a nuestros ojos tal acontecimiento, fuera totalmente de
lo esperado o de lo natural. Al preguntarle cómo estuvo allí, ella, Barbarita,
tranquila y serena contestó: un hombre me colocó aquí y me ha acompañado toda
la noche y cuando fui arrastrada por la corriente ese mismo hombre me dio un
bastón para que soportara su fuerza y no me ahogara. Villanueva entero sabe de
este milagro de nuestro preciado Patrón, Santo Tomás de Villanueva.
Milagro de El Platerito. Era este el apodo con que esta buena gente
nombraba a un señor platero, Manuel Antonio Bernuy, quien casó en este pueblo y
en donde dejó familia; fue muerto en las guerras intestinas que se sucedieron
después del 60. Ese señor, es fama, que tenía un lugar secreto a donde iba cada
vez que tenía necesidad a traer oro en pequeña cantidad para sus trabajos; el
tal lugar se encontraba en las faldas de la cordillera denominada San Pablo y
que queda frente a esta población de Villanueva. Muchas, personas, entre ellas
las señoras Francisca Valdés y Carmen Márquez (que aún vive) vieron el oro y
conocieron prendas fabricadas por el célebre platero, con el precioso metal”.
Hernán Baquero Bracho
Columnista Villanueva mi@