Andy
Alexander Ibarra Ustariz (@andyIU). Un país que ha escrito su historia con predominantes episodios de llanto,
sangre y muerte no puede ver como un dato menor que el Gobierno y las FARC
hayan logrado tres acuerdos de los cinco puntos de la agenda pactada para
terminar el conflicto, con toda la especulación, la desinformación y el saboteo
que ha rodeado el proceso de paz.
Nelson Mandela, Premio Nobel de Paz (1993), de manera sencilla y
magistral decía: "Si quieres hacer la paz con tu enemigo tienes
que trabajar con él". Más allá de una simple firma en un papel, para lograr una paz verdadera y estable se
requiere, entre otras cosas, generar unos espacios de reconciliación que no es nada
diferente al restablecimiento de la concordia
entre dos o más partes enemistadas, es decir, entre nosotros como integrantes
de la sociedad civil y aquellos que en busca del poder empuñaron las armas por
varias décadas sembrando miedo y terror.
Ahora bien, dentro de las huestes del denominado Centro Democrático no
hay la más mínima posibilidad de perdón o tolerancia a Juan Manuel Santos por
creer en la terminación del conflicto por la vía del dialogo (una alternativa
totalmente válida después de asestar los más duros golpes a la guerrilla de las
FARC); por ello, si desde ese grupo no están dispuestos a perdonar a un
expresidente hasta el punto de amenazarlo, como hizo el senador electo José
Obdulio Gaviria, con un “juicio político criminal”, puede concluirse que no
existe disposición para escuchar y convivir con el adversario para buscar
consensos en procura de la pacífica convivencia de los Colombianos.
En ese mismo contexto resulta lamentable el mapa publicado por María
Fernanda Cabal, representante a la Cámara por Bogotá, donde encasilla como
“farianos” y "BACRIM" a varios Departamentos periféricos de Colombia donde venció el
candidato presidente. Con ambos episodios lo único que podría quedar claro es
que la reacción por la victoria en primera vuelta son pequeñas señales de lo
que se vendría en caso de una victoria definitiva: persecución visceral a movimientos
sociales y líderes políticos de izquierda a quienes se les calificaría nuevamente
de “guerrilleros vestidos de civil”, epítetos y descalificaciones estarán a la
orden del día, como ya ocurrió en un pasado no muy lejano.
El proceso de la Habana no debe quedar inconcluso, resulta esperanzadora la
posibilidad latente que termine de forma exitosa. Entre muchas otras cosas, ello
permitiría ampliar las fuerzas políticas en el país y para que se deje de
estigmatizar a la izquierda que actúa dentro de la legalidad (Izquierda de la
cual no hago parte). No temo que como consecuencia de ello salten a la palestra
nuevos actores políticos en nuestra democracia, incluso, no tengo miedo si
exmiembros de unas desmovilizadas FARC aspiran a hacer política y conquistar
votos, eso es lo deseable: que intenten acceder al poder conquistando votos con
micrófonos en sus manos y no por la vía
antidemocrática que representan las armas.
El verdadero pluralismo político dentro del Estado Social de Derecho está
en juego en la segunda vuelta presidencial, con Juan Manuel Santos por lo menos
hay un mínimo de respeto y tolerancia al pensamiento divergente, esa garantía
no la veo (hoy) en Oscar Iván Zuluaga, a quien le han movido los hilos para
simular ser un candidato pro negociación y eso se hace con cínico cálculo
electoral y no por real convencimiento.
Otrosí:
Terminando de escribir estas líneas me encuentro con la amarga sorpresa de que
a Juan Guillermo Cuadrado (integrante de la Selección Colombia que nos
representará en el Mundial de fútbol Brasil 2014) le desearon la muerte por
haber tenido un gesto de gratitud con el candidato-presidente Juan Manuel
Santos. En Colombia algunos de nuestros “líderes” están abonando la germinación
de odios, parecen no percatarse que son generadores de opinión y esas opiniones
son asumidas y aplicadas por sus seguidores en todo contexto.
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