Por: Fabrina Acosta Contreras (En twitter: @FACOSTAC)
“Yo solo te pido que no me eches al olvido Villanueva
mía.
Yo solo te imploro que no me dejes tan solo por que moriría.
Déjame tropezar en las piedras de tus calles de poesía.
Déjame brindar por ti,
Déjame cantar tus cantos,
Déjame sentir tu llanto Villanueva mía”
Yo solo te imploro que no me dejes tan solo por que moriría.
Déjame tropezar en las piedras de tus calles de poesía.
Déjame brindar por ti,
Déjame cantar tus cantos,
Déjame sentir tu llanto Villanueva mía”
Hernando Marin
Me he despertado con la inspiración estremeciendo
mi ser, recuerdo canciones que me conectan con una tierra en la que no nací,
pero que soy de ella por completo, ¿Cómo evitar que el corazón se arrugue de
emoción tarareando mañanitas de invierno o Villanueva Mía?.
En esta última canción, encuentro lo
que mi alma siempre ha anhelado, que la tierra que tanto amo nunca me eche al
olvido, son pocos los días que puedo transitarla pero cada minuto en ella se
vuelve una vida, un universo de amores y versos amenizados por una dulce
guitarra.
Reencontrarme con gente que habla “cantao”,
que abraza con libertad, que me hace retornar a la sublimidad de lo criollo,
gente que aún es gente, que tal vez, (algunos) no tengan títulos
universitarios, ni viajes al exterior, pero tienen lo que el mundo ha perdido:
humanidad; me encuentro con las amigas de mi abuela Rita que siempre tienen
buenas historias para contar, con la sonrisas de las mujeres que asan arepas y
con la “japeada” de algún primo que pasa en su bicicleta; me deleito en una
tertulia sabrosa con el Chule Acosta o
con la Maye Corzo, y gozo de los encuentros cortos pero muy sentidos que tengo
con el primo Raimon Sales; camino entre
las escasas calles pedregosas, imagino subir el pintao, me como una malangada
en casa de los Salas Cuadrado, visito la emisora comunitaria “vivatuFM”, me
inspiro unos minutos viendo la ceiba y de salida compro los dulces de las Corrales
que me encarga la gente en Riohacha.
Siempre me voy anhelando el retorno y
soñando con despertar amparada en el olor a tierra mojada y a café que surgen
cada madrugada en casa de mi abuela y en el saludo de cada visitante matutino
que acude a conversar con la vieja Rita.
Aunque no voy mucho siempre estoy
conectada emocionalmente con la tierra del cerro pintao; tierra que parió lo
que más amo, a mi familia materna y paterna; por eso siento nostalgia cuando escucho de la
voz del maestro Hernando Marín esa plegaria por el no olvido y me uno a su
clamor, pues soy una eterna enamorada de Villanueva aunque sea a la distancia;
por eso escribo como una declaratoria de amor eterno: “No me eches al olvido Villanueva Mia”.
Villanueva mía, sueño con el día en que
pueda en alianza con amigos como Ismael Fernández, Aliskair De la Hoz, Andy
Ibarra y Elton Salas llevar a tu suelo esas iniciativas sociales que lidero en
otros territorios de Colombia donde han abrazado mis capacidades profesionales;
sueño con el día en que muchos de los llamados “talentos fugados” podamos
volver a nuestra tierra a regalar esperanzas y a dejar la huella que adeudamos.
También anhelo el día en que logremos
cambiar el viejo refrán que afirma: “Que nadie es profeta en su tierra”, porque
siempre nuestra tierra necesitará de seres humanos que creamos en la
transformación social y que por eso decidimos liderarla, renunciando a ser (espectadores)
inactivos para ser gestores y gestoras incansables.
No me olvides Villanueva porque
siempre en mi corazón estás como reina inamovible, aunque no nací en tu cuna soy más villanuevera que el cerro pintao.
Ay solo te pido que no me eches al
olvido Villanueva mía.