Contraataque

17/4/15


Ricardo Silva Romero (Eltiempo.com). El nombre de esta estrategia es “azuzar al Ejército”. Iba a escribir “el nombre de esta perversión”, “de esta manía”, pero no hay duda de que es eso: una antiquísima estrategia política de enemigo capaz de cualquier cosa. Se trata de repetirles al oído a los militares, como el insidioso Yago al inseguro Otelo, que la presidencia de turno está entregándoles el país al caos, al comunismo, al terrorismo, a la corrupción, al desgobierno. Se trata de sembrar la cizaña. Se trata de aprovechar la ferocidad y la estupidez de la guerrilla, y de susurrarles a las huestes –para que lo oiga hasta “el pueblo” que vive con los nervios de punta– que dentro de poco esto no va a ser un país, sino una catástrofe: bueno, hoy lo llaman “una Venezuela”. Y funciona. Y da frutos, frutos podridos, pero da. En 1985 azuzar condujo a Colombia de un fallido proceso de paz a una masacre en el Palacio de Justicia. En el 2002 consiguió que el fracaso de un proceso de paz se convirtiera en la llegada de un populista de derecha a la presidencia.

¿Y ahora? ¿A qué nos llevará que este populista provocador, perito en recordarnos la inolvidable crueldad de las Farc, cumpla años y años de filtrar secretos del Ejército, de insistir en la desmoralización de la tropa, de repetir que en el nuevo proceso de paz se está negociando con la guerrilla nuestro modelo de sociedad? ¿A qué nos empujará la presión infame a la que las viejas voces de la guerra han estado sometiendo al representante de los militares, al decoroso general Mora, en las negociaciones de La Habana? ¿A qué nos condenará que el Procurador se conceda el derecho de enlodar al Gobierno, por “la paz”, como cualquier rangel?: el Procurador ha jurado, mas no por Dios, que no quiere ser Presidente, pero antes ha conseguido su fuero..., pero antes ha propuesto rebajarles las inhabilidades a los caciques que han cometido “faltas gravísimas”..., pero antes ha empapelado a sus posibles rivales...

En fin. Qué más desgracias lograrán esta vez los azuzadores de profesión. Qué otros incendios tendremos que encarar por culpa de sus falsos arrebatos de dignidad.

Porque lo cierto es que ahí viene, marchando, la derecha: un, dos, un, dos. Como siguiendo un trámite, ya se ha declarado asqueada por la sola posibilidad de que estos guerrilleros pensionados no se quemen por siempre y para siempre en el infierno. Ya se ha sentido engañada, vencida, perseguida por el Presidente de la República. Ha rumiado su contraataque, su venganza, como un ejército deshonrado en el campo de batalla. Y, convertida una vez más en ese cortejo disciplinado e incansable que niega a muerte sus cohechos, y sobre la base de la innegable atrocidad de la guerrilla, ha estado repitiendo hasta el delirio las palabras mágicas “a esto le está haciendo falta mano dura” en el impaciente oído de los colombianos: quien lea hoy las noticias verá que este país está siempre en campaña presidencial –“Ordóñez se quita la paloma de la paz”, “Uribe Vélez salva a Vargas Lleras”–, y la derecha da pasos hacia el poder mientras dormimos.

Quizás El señor de las moscas sea la mejor novela que se haya escrito sobre Colombia. Porque, como aquellos niños perdidos en una isla en plena guerra, acá tendemos a combatir a ese autoritarismo lleno de falsas certezas con una democracia titubeante enredada en los pulsos del poder, y nos ha costado mucho entender que ningún adulto vendrá a poner orden –a salvarnos– al final. Cómo evitar que el despotismo, que ahí viene, regrese triunfal en el 2018; cómo lograr que “azuzar” sea un recurso del pasado: habrá que votar bien, sí, que es votar contra las tiranías agazapadas, pero también habrá que negarse a jugar el juego de ser rescatados de repente.

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