Se acerca la navidad, época de paz, reconciliación, reflexión, perdón, de noche de velitas, pesebres, arbolitos, brisas veraniegas, novenas, aguinaldos, de reuniones familiares, abrazos, buena comida, de recordar a nuestros seres queridos que ya no están, de volver a ver viejos amigos, de volver a nuestro pueblo, de parrandas de amanecida, de paseos, de misas de gallo, de arepuelas, de levantarse en su pueblo bien temprano en medio del silencio de la mañana, sentarse en un sardinel todavía agobiado por el frío seco decembrino de la noche anterior, con una buena taza de café, y adorar las mañanas veraniegas de nuestro pueblo, adorar la serranía limpia clara y pura como la gente de por allá, ver como descuelgan por las calles solitarias los campesinos que no fueron víctimas de la parranda de la noche anterior, que se dirigen a sus parcelas.
Ver como asoma el sol tímido intentando vencer el inmenso cielo azul, afanoso por espantar el frío, para dar comienzo formalmente a un nuevo día decembrino, alegre, musical, abordado por vientos alisios y un sol que ya no es tímido mas bien resplandeciente y que nos permite deleitarnos con el imponente y vigilante cerro pintao el que se hace divisar ineludiblemente desde cualquier rincón de nuestro terruño, fiel testigo de la evolución, de tristezas, de alegrías, de nuestro diario vivir, que con ojos imaginarios mira cómo nacen crecen y luego se marcha su gente, unos vuelven, unos nunca regresan y otros aun lo veneramos, como costumbre, como identidad, como parte de nosotros los Villanueveros, no nos preguntamos si alguna vez lloró si alguna vez estuvo orgulloso de su gente, nunca reprocha ni exige gratitud, solamente abnegable con su hermoso paisaje se impone majestuoso para el deleite de todos nosotros.
Sigue el día soleado pero fresco, agradable, llegan las amistades, las visitas, los tíos, los primos, invitaciones, actividades que no le dan cabida a la mal llamada enfermedad del nuevo siglo el “estrés”, pasa el día, llega la tarde con sus colores rojizos que alguna vez inspiraron a compositores de nuestra región para hacerles canción como “Tardes de verano”, una forma única autóctona y muy original en nuestra tierra de expresar sus vivencias, y es que cualquier mortal se inspira viendo como transcurre el ocaso moribundo arropándose suavemente con las mantas del enorme cielo transparente y estrellado en el que nos sumimos muchos envueltos de alegría y muchas veces de interminables parrandas con amigos y así cerrar como broche un nuevo día decembrino mas.
Que más sabroso que volver a nuestro pueblo así tengamos que marchar pronto, cuando el calor sofocante asome, cuando ya no estén los vientos alisios, cuando las nubes grises merodeen por el cielo amenazantes con lluvias, cuando el calendario escolar esté a punto de comenzar y nos den la dolorosa noticia que hay que regresar a esas grandes urbes a cumplir obligaciones que hemos adquirido, necesarias para forjarnos un buen futuro, en donde añoraremos la imagen de nuestro cerro pintao, a nuestros viejos amigos, a las brisas veraniegas a las parrandas de amanecida; y añoraremos también los últimos días de noviembre en los que agoniza el tiempo, donde fallece lentamente el año para volver otra vez a levantarnos en nuestro pueblo bien temprano, en medio del silencio de la mañana, sentarnos en un sardinel todavía agobiado por el frío seco decembrino de la noche anterior, con una buena taza de café, y adorar nuevamente las mañanas veraniegas de nuestro pueblo.
Enrique William Cuadrado Olivella
Villanueva mi@
Ver como asoma el sol tímido intentando vencer el inmenso cielo azul, afanoso por espantar el frío, para dar comienzo formalmente a un nuevo día decembrino, alegre, musical, abordado por vientos alisios y un sol que ya no es tímido mas bien resplandeciente y que nos permite deleitarnos con el imponente y vigilante cerro pintao el que se hace divisar ineludiblemente desde cualquier rincón de nuestro terruño, fiel testigo de la evolución, de tristezas, de alegrías, de nuestro diario vivir, que con ojos imaginarios mira cómo nacen crecen y luego se marcha su gente, unos vuelven, unos nunca regresan y otros aun lo veneramos, como costumbre, como identidad, como parte de nosotros los Villanueveros, no nos preguntamos si alguna vez lloró si alguna vez estuvo orgulloso de su gente, nunca reprocha ni exige gratitud, solamente abnegable con su hermoso paisaje se impone majestuoso para el deleite de todos nosotros.
Sigue el día soleado pero fresco, agradable, llegan las amistades, las visitas, los tíos, los primos, invitaciones, actividades que no le dan cabida a la mal llamada enfermedad del nuevo siglo el “estrés”, pasa el día, llega la tarde con sus colores rojizos que alguna vez inspiraron a compositores de nuestra región para hacerles canción como “Tardes de verano”, una forma única autóctona y muy original en nuestra tierra de expresar sus vivencias, y es que cualquier mortal se inspira viendo como transcurre el ocaso moribundo arropándose suavemente con las mantas del enorme cielo transparente y estrellado en el que nos sumimos muchos envueltos de alegría y muchas veces de interminables parrandas con amigos y así cerrar como broche un nuevo día decembrino mas.
Que más sabroso que volver a nuestro pueblo así tengamos que marchar pronto, cuando el calor sofocante asome, cuando ya no estén los vientos alisios, cuando las nubes grises merodeen por el cielo amenazantes con lluvias, cuando el calendario escolar esté a punto de comenzar y nos den la dolorosa noticia que hay que regresar a esas grandes urbes a cumplir obligaciones que hemos adquirido, necesarias para forjarnos un buen futuro, en donde añoraremos la imagen de nuestro cerro pintao, a nuestros viejos amigos, a las brisas veraniegas a las parrandas de amanecida; y añoraremos también los últimos días de noviembre en los que agoniza el tiempo, donde fallece lentamente el año para volver otra vez a levantarnos en nuestro pueblo bien temprano, en medio del silencio de la mañana, sentarnos en un sardinel todavía agobiado por el frío seco decembrino de la noche anterior, con una buena taza de café, y adorar nuevamente las mañanas veraniegas de nuestro pueblo.
Enrique William Cuadrado Olivella
Villanueva mi@
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