Por: Raimon
Guillermo Sales Contreras. “…Los médicos
con una intervención retornan un mortal lleno de vida, pero todo lo hacen por
amor y por amor es que canto en la vida y hay muchos que reclaman el valor del
dolor que quitó aquella pastilla…”. Canción la
Doctora de la autoría del más grande Juglar del Vallenato Diomedes Díaz.
Yo no sé cuál
estrella me vio ese día en que nací, ni la suerte que a mí me toco ni lo quiero
saber, solo sé que te llevo en el alma y al pueblo también; ya sabrán que no soy
tan perfecto pero humilde al fin y ante todos ustedes confieso que quiero
vivir, considero que este verso de esta magna canción estaba en los
pensamientos del gran Martin Elías, el Toyota del folclor vallenato de la nueva
ola con el mayor cilindraje en la proyección de lo que se venía perfilando en
su carrera artística.
Ya no caben
las especulaciones y rumores mal intencionados socializados con ocasión a la
repentina muerte de este invaluable ser humano, se apagó la existencia terrenal
de una estrella del folclor que brillara por siempre con la luz que nos dejan
sus canciones y el legado que identificó al muchacho humilde, noble,
carismático y servicial que parió el vientre bendito de Patricia Acosta.
La tristeza
no solo nos debe de embargar por la desaparición de Martin, lo doloroso es que
no se tiene consideración con el ser humano que requiere ser orientado a
capitalizar lo que representa el compartir con la familia en esos días en donde
nuestra fe nos atemoriza de lo que el poder de Dios representa en nuestra
protección, convicción, respeto y recogimiento; ya no se tiene ese respeto por
parte de los Empresarios, Coordinadores o Manager de los artistas para guardar
esta coherencia con lo que representamos como cristianos.
No es la
religión a la que pertenecemos la que nos asegura que nos libraremos de los
males o de la misma muerte, son los valores y principios inculcados y
fundamentados en nuestra fe que nos obligan a tener ese respeto por la voluntad
no solo de nuestro señor Jesús si no también del Hombre que en su afán de
comercializar o materializar todo lo que en precio sea cuantificable, acaba con
la vida y los sueños de aquellos soñadores que con esfuerzo y sacrificio
escriben en el legado de un arte o un folclor, su nombre en letras de diamante.
El
multitudinario adiós que se le brindó a Martin en la despedida de su vida
terrenal, es cuantificable con la obra que proyecto y edifico ante los ojos de
Dios y de sus seguidores; esto nos debe llevar a reflexionar que no son
suficientes los recursos materiales que provee el dinero al momento de
cuantificar lo que la misma vida representa si se minimizan no solo los riesgos
si no también los ingresos con el fin de asegurar la tranquilidad y la
seguridad de seguir materializando las metas y los proyectos de la mano de
Dios.
Sos grande
Martin y ante la cotidianidad de tus seguidores y el seno de tu familia, queda
el lamento de la pérdida de un gran ser humano y un impecable servidor de Dios;
lástima que ese mismo medio donde brillaste con luz propia, seguirá poniendo
precio y no valor, a los principios y designios de Dios que en vez de
capitalizarlos para tener una vida en paz, perdamos la misma para descansar en
Paz. Por Siempre Martin.
Con el cariño
y el respeto de siempre.
Raimon
Guillermo Sales Contreras
Columnista
Villanueva mi@
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