Por: José Joaquín Vence Pájaro. Todo parece indicar que en pocos meses habrá (una vez más) elecciones atípicas para elegir gobernador en La Guajira. Al margen de lo doloroso, traumático y lamentable que significa cortar abruptamente el trabajo diligente, serio, responsable, que viene realizando Roys Garzón, es menester señalar algunas de las lecciones que a los guajiros nos deja tan incómodo suceso.
Considero
inaudita, inexplicable y hasta ingenua, la forma tan infantil como fallaron los
asesores, amigos abogados y personas del círculo más cercano al entonces
candidato. Para nadie es un secreto que la forma de hacer campaña, de lograr
adhesiones, de sumar apoyos, cambió radicalmente, hoy es castigada la doble
militancia. Hasta hace muy poco, los candidatos a la Gobernación podían apoyar
y recibir apoyos de todas las vertientes habidas y por haber, incluso, lo ideal
para los candidatos a cualquier corporación, era sumar a su causa, a la mayoría
de candidatos de todos los partidos y movimientos, sin importar que no tuviesen
una sola coincidencia en sus ideales...¡lo importante era sumar! Que eso haya
cambiado y que curtidos políticos, avezados abogados, asesores de todos los
ámbitos, no hayan sido capaces de advertir oportunamente sobre lo prohibido de
algunos actos de campaña, no termina de sorprendernos. ¡Se les pasó a todos! Yo
voté por Nemesio y gustoso lo volvería a
hacer, porque me gusta su estilo gerencial, quizá poco comunicativo, pero serio
y eficaz, ¡íbamos bien! lo que no perdono es que a tanta gente a su alrededor
se les hubiese pasado un detalle que pudieron evitar y que hoy no nos estaría
privando de continuar en la senda de la recuperación institucional y del manejo
juicioso que se empezaba a sentir en todo el Departamento. Algunos quieren ver
resultados inmediatos, algo impensable en un departamento con todos los
problemas y las necesidades eternas que tiene La Guajira, pero se sentía que se
estaba organizando la casa, que marchábamos por la senda de la recuperación y
de la credibilidad.
Triste
aceptar que se falló y torpemente. ¡Esta vez no podemos culpar a nuestros
enemigos imaginarios de siempre, no fue la gente del Interior, no fueron los derrotados,
fue la misma campaña la que falló! Duele decirlo, pero ojalá ahora sí hayamos
aprendido una lección que debíamos haber aprendido desde mucho antes. Sería el
colmo, imperdonable diría yo, que después de semejante costo para el
Departamento sigamos cometiendo esta clase de tonterías, cegados por el afán de
alcanzar el objetivo, sin revisar bien las actuaciones durante las campañas.
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