Sí es posible con el talento…

26/5/14


Rafael Eduardo Frías González – Columnista. El decir que soy un artista o músico por tradición, sería hasta jactancioso, sin que se entienda como que no sé dónde estoy ubicado en materia musical; me catalogo un amante de la música en general y en especial la nuestra, “La Vallenata” como popularmente se conoce; hago versos a los que les pongo melodía, que me han dado la oportunidad de participar o concursar en canción inédita en varios festivales, entre los que se cuenta el gran “Cuna de Acordeones” de Villanueva, La Guajira y lo he hecho porque me nace, me gusta expresar en un canto lo que siento, me gusta que escuchen mis vivencias a través de la música.

Quien ha tenido la oportunidad de asistir y hacer seguimiento a los concursos en los festivales de música “Vallenata” a través de los tiempos, seguramente ha notado que se han dado fallos que originan malestar, en muchos casos por la afinidad o simpatía que se tenga con el concursante o porque se evidencien decisión errada sin que signifique mala fe, pero llama la atención que en los últimos tiempos esta práctica se ha vuelto recurrente, hasta el punto que rara vez se nota que exista un marcado interés en el público por saber del desarrollo de los concursos y centran su atención en la presentación de las agrupaciones musicales que amenizan el espectáculo al finalizar cada jornada diaria de dicho festival.

Recientemente en el festival “Francisco El Hombre” en la ciudad de Riohacha, tuve la oportunidad de seguir de cerca el concurso y me llamó la atención la presentación majestuosa de la agrupación de Jonathan Bolaños, a quien considero, no como una promesa sino como una realidad de nuestro folklor que encarna ese “Vallenato” auténtico, natural, limpio, moderno sin rayar con lo que se denomina “Valanato” y acercándose un poco a lo tradicional; no quiero que se tergiverse mi apreciación restándole méritos a los otros concursantes que sin lugar a dudas mostraron categoría; no sé y lo expreso con todo respeto, de dónde concluyeron los “integrantes del jurado” (colijo partiendo de la buena fe), que esa agrupación no hizo mérito alguno para alcanzar por lo menos mejor “Guacharaquero” (por decir algo, aunque fuese de consolación).

Lo anterior por ser lo más reciente pero genera consternación observar esa inmutable practica que viene minando los buenos talento nuestros; sin que trascienda como chisme de pasillo, he escuchado a compositores expresar que no van a tal festival porque allí no cuentan con las llamadas “palancas”; me produce tristeza cuando escucho canciones tan bien compaginadas y dicientes o un cantante como el caso de Jonathan, a un acordeonero como su compañero de fórmula, Anthony Gutiérrez y al final no se les hace ninguna clase de reconocimiento, sino que por el contrario se excluye.

A través de este escrito coloquial, sin rencores pero vehemente, quiero hacer un llamado a la reflexión de organizadores, jurados, incluso de los medios de comunicación, porque no es fácil participar en un festival cuando se vive y se siente la música en las venas; produce estrés la espera para subir a la tarima, el paso del tiempo y no ver la agrupación acompañante completa pero cosa peor aún, sentir que tal vez ese esfuerzo y esos sinsabores no son bien recompensados, porque no es el dinero, ni una efigie que motivan, es el reconocimiento de ser el mejor porque se trabajó para eso, y como consecuencia lógica deriva en un premio.

No trunquen los sueños de nuestros artistas talentosos, son el relevo generacional de los Zuletas, Oñate, Rois, Romero, Ovalle, que no deben estar supeditados como en la política los votos en las urnas frente a los manoseos de los tarjetones y en los reality televisivos, las pugnas entre regiones y la competencia comercial.


Sí se puede contar con veredictos transparentes en los concursos y con talentosos artistas sin que medien dádivas y compensaciones.

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