Por: Adrian Ibarra Ustariz.
La agencia espacial de Estados
Unidos (NASA) informó que el meteorito cayó en la provincia rusa de Cheliabinsk,
liberando una energía equivalente a 30 veces la bomba atómica de Hiroshima. El fenómeno
dejó 1.100 heridos y millonarias pérdidas, pero además desató también el filósofo
que llevamos dentro, y puso momentáneamente en la palestra cotidiana de charlas
esquineras, debates de parque y discusiones humedecidas en cerveza, el enigma
del fin del mundo.
¿Es posible el fin del mundo
a causa de un meteorito? Joel Levy en El
día del juicio final nos alerta al respecto, analizando los 4 tipos de escenarios
para el fin de la civilización: las procedentes de laboratorios, el cambio
climático, las relacionadas con la geopolítica, y los peligros naturales, como el
impacto de un asteroide.
Existen millones de asteroides
y cometas orbitando alrededor del Sol, y muchos de ellos siguen trayectorias que
se cruzan con la de la tierra, por eso, ocurren impactos de este tipo todos los
días, aunque no revistan mayor peligro, y no sean tan mediáticos, porque gran
parte se desintegran antes de llegar a la superficie o caen en zonas
deshabitadas. Pero ocasionalmente asteroides o cometas se estrellan con la
posibilidad de acabar una ciudad, o incluso hacer daño a escala planetaria, lo
cual depende de su tamaño y velocidad. Al respecto dice Levy que existen en la
tierra al menos 165 cráteres conocidos de impactos de meteoros con un tamaño
suficiente para acabar grandes ciudades, y que hace 65 millones de años el
denominado impacto Chicxulub marcó el fin del período Cretáceo, en el que se
cree murieron 65% de las especies vivientes en la tierra, incluidos los
dinosaurios. Los cálculos de astrónomos arrojan que de los miles de asteroides ‘peligrosos’
sólo 13 podrían tener alguna posibilidad
de impactarnos antes del 2.100. Así las cosas, es posible que la civilización
llegue a su fin por esta causa, pero es muy poco probable.
Sin embargo, advierte el
análisis, la amenaza principal a la civilización la encabeza la alteración del
ecosistema global. El insostenible modelo consumista, acelerado a partir de la
revolución industrial, y extendido en la actualidad por la globalización está
llevando a la civilización a una catástrofe más tangible, generada en todo
orden, desde la tala de un humilde
campesino, pasando por los botaderos de desechos en pueblos y ciudades, hasta
el calentamiento global.
Así pues deberíamos asociar
el fin del mundo más con el ecocidio del que somos parte, y sobre el cual las
tendencias presentes no permiten ser muy optimistas, en lugar de pensar en un
cataclismo por meteoritos, cuyas posibilidades son bajas, según Levy, son más o
menos equivalentes a las de morir en un accidente de aviación.
Con todo, no puedo evitar recordar que los aviones efectivamente se caen.
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