
La plaza estaba vacía aun, pero yo me aposté con un grupo de amigos cerca de la estatua de Bolívar donde se podía disfrutar el espectáculo más esperado por los villanueveros durante los últimos 17 años; paulatinamente fue llegando gente de los cuatro puntos cardinales del pueblo, de todo el sur de la guajira y norte del cesar, todos portando el entusiasmo y la alegría reprimida por muchos años. A las 9 de la noche no cabía un alma más, nosotros clavados en el mismo sitio poseído por una emoción indescriptible llevándonos frecuentemente el trago de whisky a la boca, mientras algunos amigos me decían: “quedó mal otra vez”; yo decía entre mí: "el más grande del folklor vallenato debe presentarse en Villanueva cuna de acordeones y de grande juglares, ojalá y no sea por última vez"; sobre la muchedumbre flotaba un hálito de ingenua esperanza, de fanáticos optimistas; cuando a las 12:05 pm el más grande, el ídolo de las multitudes, el más aclamado por todos los tiempo, el gran Diomedes Díaz aparece, la muchedumbre lanzo un inmenso rugido, yo rubicundo, excitado, jadeante, sentí un desfallecimiento voluptuoso, quise gritar pero no pude y tuve que conformarme con agitar frenéticamente los brazos, mientras que por mis mejillas corrían abundante las lagrimas de mi sueños de niño hecho realidad.
Diomedes experto en lugares comunes y personaje de nuestro pueblo poseía una voz inconfundible a la que imprimía unos sostenidos que hacían vibrar al público, fue indudable mente el bajo más alto de toda su época; comenzó como siempre con un inmenso repertorio musical y un superávit de palabras sonoras, extendiendo su brazo sobre la multitud para que los seguidores contemplaran el buen momento de sus últimos años.
Cuando dijo que él se sentía villanuevero como el profesor Rafael Peñaloza o Santo Tomas, el cerro pintao’ y la Iglesia se estremecieron con la ensordesodora ovación que sucedió a esas palabras; en el clímax de la exaltación continuamos por largo rato aplaudiendo, bufando vitoreando, cantando bailando los temas del gran Diomedes Díaz.
Quiero agradecerle a la Fundación Festival “Cuna de Acordeones” por ese acierto de haber traído a Villanueva al último juglar capaz de imprimir en la historia folklórica de nuestro pueblo un gesto y una sonrisa de humildad que necesitan las nuevas generaciones del vallenato.
¡GRACIAS CACIQUE!
Jorge Mario López Nuñez
Columnista Villanueva mi@
ES INCREIBLE TODO LO QUE PUEDEN HACER UNOS TRAGOS DE WHISKY, TODO LO QUE SE NOS POGA AL FRENTE NOS PARECE MARAVILLOSO, LAS FEAS NOS PARECEN BELLAS,LO IMPOSIBLE SE VUELVE FACIL, LO BOCHORNOSO NOS PARECE HERMOSO, EN FIN,EN LO PERSONAL NO PUDE SINO SENTIR PENA AJENA CUANDO VÍ AL OTRORA "CACIQUE DE LA JUNTA" BRINDANDO TAN PATETICO ESPECTACULO.ENTANDOMOSLO DE UNA VEZ POR TODAS, DIOMEDES SE ACABÓ, Y DE QUE FORMA...