Proceda, señor juez

31/10/13


Luis Martínez - Columnista. Está claro que a Luis Andrés Colmenares lo mataron. La tesis del suicidio, que venían manejando los defensores de los implicados se cayó esta semana cuando la Fiscalía mostró las fotos del levantamiento del cadáver.

El joven tenía nueve heridas protuberantes en el cráneo. Uno se suicida una vez; no nueve.

Está claro que el estudiante recibió una severa paliza, en una emboscada muy bien planeada en la que participaron varias personas, entre los que estarían algunas (o alguna) de sus acompañantes de la noche, los escoltas de aquellas (o aquella) y un exnovio de ellas (o ella).

Está claro que el cadáver fue puesto en el lugar donde se encontró. Los policías y bomberos que acudieron al lugar, expertos, todos, en recuperación de cuerpos y atención de emergencias, dijeron tajantemente que Luis Andrés no estaba en el sitio cuando debía estar si el accidente o el suicidio hubieran sido ciertos. Y mostraron un video que lo comprobaba. Ese día el agua del caño del parque El Virrey de Bogotá era clara y tenía una altura inferior a los 20 centímetros. Imposible que arrastrara u ocultara el cuerpo del muchacho.

La otra tesis de que habría muerto en un “absurdo accidente” provocado por su aparente estado de ebriedad perdió valor del mismo modo. Luis Andrés sí tomó trago, pero extrañamente lo siguió haciendo después de muerto, cuando alguien vació  una botella en su boca para contribuir con la coartada.

Está claro que Luis Andrés Colmenares no murió enseguida. Las pruebas indican que agonizó durante varias horas, probablemente mientras lo paseaban por la ciudad en el baúl o el platón de algún carro, y que su muerte inminente fue precipitada mediante asfixia.
Está claro que los implicados en el crimen están mintiendo y que la versión en la que intentaron coincidir Carlos Cárdenas, Laura Moreno y Jessy Quintero dejó de tener validez, inclusive, como sospecha.

Está claro que en el caso ha habido manipulación de jueces, tiempos y diligencias, en la que han participado funcionarios judiciales, abogados y, por supuesto, familiares de los implicados. El poder de estas personas ha sido más diligente –también está claro– que los encargados de administrar justicia.

Pero estamos llegando ya a la cabalidad de la prueba y a la consumación de la paciencia.

Los ciudadanos debemos respeto, espera, apego y acatamiento a la ley. Eso está claro. Pero durante tres años aquí lo que ha habido es un manoseo insistente y persistente al debido proceso por una de las partes, para que no se sepa la verdad de lo que ocurrió aquella madrugada de Halloween en que Luis Andrés no regresó a casa.

A ello se deben los cambios de actores en la investigación, el distanciamiento intolerable entre una audiencia y otra, el ataque a testigos oportunistas en vez de la concurrencia de argumentos sobre la causa.

Evidentemente hay un afán por agotar a los jueces y a los fiscales, y dilatar el procedimiento.

Pero ya es hora de que los jueces procedan, en procura, inclusive, de su propia causa. Pues, como sentenció José Ortega y Gasset, el mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar. Y eso, todos, deberíamos tenerlo claro.

amartinez@uninorte.edu.co
@AlbertoMtinezM

EL HERALDO

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